9 DE MARZO - DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER
Aunque el 8 de marzo es una conmemoracion, es decir, un momento para acudir a la memoria, a la historia, a lo sucedido antes y a su reflexión, generalmente termina siendo una celebración, es decir una fiesta para regalar flores, y tomar coca cola con ponque !!!
De esa manera queda eliminada la intención de reflexionarnos, tanto mujeres como hombres y tener la posibilidad de cambiarnos, de crecer, de construirnos con una lógica distinta, menos machista y patriarcal para poder establecer relaciones mas equitativas y armoniosas. Es algo así como botar el agua sucia de la bañera, con todo y niño!!! Para tratar de rescatar un poco la reflexión, acá va este hermoso cuento cargado de símbolos que quizás permita visibilizar lo que no vemos.
Un abrazo para todas y todos.
Color Manzana
El primer día la
acunó un pecho caliente, aún sus ojos no se acostumbraban a la luz y sintió que
una palabra descendía sobre ella desde una boca gigante, sintió que ese “María” era una
clave, un destino; se asustó pero sólo pudo refugiarse otro instante en la
leche tibia que le hacía recordar un país que hasta hace poco habitaba. Ya
corría entre los grandes muebles y conocía su sitio en la mesa, el de él y el
de ella. Ya había comenzado a tener rostro pero una gran mano le moldeaba los
gestos, sabía que no debía reír muy fuerte, ni abrir mucho las piernas, ni
mirar muy largo los ojos negros.
Intentó volar
cuando descubrió sus alas pero le dijeron que se veía mal, que mejor caminara
como todas. Comprendió el sitio hasta el que podía llegar y que las estrellas no le pertenecían,
que las copas de los árboles eran de otros, que era incompleta, que había una
ley y que debía ser cierta porque ella
la aceptaba.
Caminó como todas,
renunció a las estrellas y a las copas de los árboles y la amaron. Desde esa
boca gigante surgió una sonrisa, la gran mano la ayudaba a caminar, a vestirse, hasta que ya
pudo hacerlo sola. Era feliz.
Aprendía cosas y
sus ojos no veían la pequeñez del terreno que habitaba. Se miró al espejo y le asaltó
una duda sobre su nombre pero la gran boca lo pronunció de nuevo y rompió el
espejo con gesto amable.Cuando encontró a las otras vio que vestían los mismos
colores y se sintió acompañada, hablaban de cosas pequeñas, ninguna conocía las
copas de los árboles ni la soledad.
Cuando los vio a
ellos le recordaron a alguien y sintió un grito en el estómago, una orden
milenaria que la llevó a hacer una cuidadosa selección, a elegir uno y a
escribirle una carta donde además de sus señas le daba una llave, la de su
corazón y su voluntad.
Ensayó el color
fuego pero vio que a él le gustaba el color cielo y se lo puso; recordó con
precisión las instrucciones de algún libro que nunca había leído y tejió una
red que tenía una cualidad: servía para atrapar al otro durante un instante y a
ella para siempre. Fue feliz. Se miró en la mirada de él, espejo de palabras
bellas, se creyó princesa, elegida, con color propio, con un destino; caminó en
círculos y sin darse cuenta fue colocando con amor ladrillos que hicieron una
casa sin ventanas, con una puerta por la
que ella entraba y él salía.
El segundo día,
descubrió que estaba sola, que él podía volar y lo hacía. Que ella sentía los
pies de plomo y un temblor en el rostro cuando
aparecía el silencio y el espejo. Aquel espejo que ya no había quien
rompiera estaba esperándola, pero ella no lo quería, no lo deseaba, mientras
limpiaba los barrotes sentía que la
espiaba. Sin conocer los pasos se lo encontró de frente. La
vio: era una imagen extraña pero entrañable, tenía mil colores sobrepuestos de
historias que ya no podía recordar, de pinceladas de otras manos, de otros
nombres. Quiso conocer su rostro y con un esfuerzo gigante fue limpiando una a
una las capas de pintura, las primeras cedieron fácilmente, con las últimas
tuvo que luchar y sangrar. Duró años en esta tarea. Cuando terminó no pudo ver
nada sólo una luz que se reflejaba en el
espejo, era transparente y sólo recordaba su nombre. María le pareció
extraño y lo cambió por otro: Eva. Fue feliz y triste.
Un día aprendió a
subir a las copas de los árboles y a reír a carcajadas. La última vez la vi
volando con el color manzana que había elegido, todavía volteaba cuando oía
decir: María.
Coral.
Coral.
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